El escritor Tom Bisell cuenta su proceso de adicción a un videojuego, acompañado de la falta de sueño y el consumo de cocaína. Las conclusiones se alejan bastante de una reflexión cómoda para los bienpensantes. Videojuegos: la adicción. Segunda parte
«Mientras la pantalla de “cargando” apareció en mi televisión, mi amigo cortó una docena de líneas, me recordó el protocolo básico del snifeo y me pasó la pajita para inhalar. Me rehusé antes de tomar el pequeño y hueco cetro, pero no por mucho. Sepan esto: yo no era alguien cuya vida hubiera sido marcada por una meticulosa colección de malos hábitos. Masticaba tabaco, tomaba regularmente diez coca-colas dietéticas al día y me gustaba la marihuana. Fuera de eso, mi más grande vicio era, probablemente, leer poesía por placer. La cocaína navegó por mi conducto nasal, dejando atrás el delicioso olor de un caliente asiento de cuero de un coche en su camino de vuelta desde la playa. Mi experiencia pasada con la cocaina me había hecho sentir una agradable urgencia, pero esto era algo más, más suave y casi relajado. Esta coca, me dijo mi amigo, no ha sido “pisada” con ninguna anfetamina, mientras yo pretendía saber lo que eso significaba. Me sentía tan intensamente concentrado como un láser de diamantes; Grand Theft Auto IV estaba listo para correr. Mi amigo y yo jugamos por trienta horas seguidas.»
2010-04-14 18:58
Es my cierto que los juegos pueden ser altamente adictivos, pero es justamente su proposito, atrapar al jugador en la historia para que se sienta parte de ella. Y desde luego es un arma de doble filo para tener en cuenta ya que los más débiles que carezcan de un control fuerte sobre si mismos, puede caer presos de este asunto.