Me siento un poco traidor a la intimidad de Itzpapalotl, pero este quiere ser el diario de los mejores contenidos de la red en español, y esta forma de contar el dolor de la muerte de un ser querido es de lo mejor que puede leerse en ninguna parte. María Digna Rojas Rojas.
«Mi abuela nació en Juan Viñas, cuando mi bisabuela trabajaba en el Ingenio azucarero cosiendo sacos. El papá de mi abuelita sería el primero de una lista de hombres decepcionantes que marcarían nuestra historia colectiva, emprendiendo la pronta huida. Nos hizo falta papel para diagramar las complejas ramas de la familia que debió ser (apellido Bravo, como el del primo poeta), y la familia Blanco Rojas que al final fue, llena de abandonos, secretos y enredos. Esa terminamos siendo mi abuela, sus seis hijas y nosotros, un número considerable de nietos y bisnietos que a la fecha no puedo precisar. Mi otra abuelita entró a uno de los rezos de novenario le echó un vistazo a la concurrencia y me preguntó: “Y los hombres? Ya se fueron?”. Aprovechando la confusión le dije: “De esta familia, hace rato”. »