Interesante análisis, aunque en muchos aspectos falaz, de Jaime Nicolás sobre los defectos de nuestro sistema electoral. Sorprendentemente, para él la fórmula de d’Hondt es el menor de sus males: Las desventuras de ‘monsieur’ d’Hondt.
«La discusión electoral tiene, por supuesto, otros hilos: quizás el más traído y llevado sea el del sesgo prorregionalista de la ley electoral. Se trata, sin duda, de una cuestión política de muy hondo calado, pero en el fondo no es una cuestión técnicamente electoral, sino simplemente política, de utilización manipulativa o, si se prefiere, de pura (y tal vez necesaria) consideración del mapa político –territorial, sin metáfora alguna– y de la operación, nunca del todo automática, de su transformación en mapa electoral. Además de que ésta es también una discusión legítima, a la postre puede afectar a la calidad democrática de los sufragios. Pero sucede que el sesgo en realidad no se da (en contra de lo que se dice alarmistamente, el sistema electoral no beneficia –se limita a no perjudicar– a los partidos regionales). Tal vez pudiera ser de otra manera, pero esta pretensión más bien sería contradictoria con la idea que preside las críticas, que no parece otra sino la de la irreconocible proporcionalidad de nuestro modelo legal de proporcionalidad electoral. O ¿es que esto se puede hacer aumentando el número de los perjudicados por el sistema electoral y reduciendo el valor democrático, igualitario, de determinados sufragios sólo por razones de territorio? ¿No es esto acaso lo que se pretende corregir?»