Tremendo varapalo el que recibe la Iglesia en el artículo de Enrique Meneses, que recorre con rapidez 2000 años de doble moral y distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo: La Iglesia de Roma, A contrapelo.
«La democracia no ha hecho mella en una estructura piramidal que reúne en sí los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial. En el Papado, el sumo pontífice es Juan Palomo. El privilegio del secreto de confesión, la excomunión, la absolución, el arrepentimiento son poderosas armas para dominar a la feligresía, especialmente desde que Lucio III estableció en 1184 la Inquisición para combatir a los cátaros. La española se estableció en 1478 y fue especialmente virulenta en tiempos de Torquemada. No se salvan las iglesias protestantes que tuvieron su Dies Irae en el centro y norte de Europa. Miguel Servet murió en la hoguera ginebrina.
El escándalo de pederastia generalizada que se ha sacado a la luz del día en Estados Unidos, Irlanda y Alemania, ha permitido descubrir que el Gran Inquisidor Ratzinger, cabeza del Santo Oficio (especie de KGB vaticano) antes de convertirse en Benedicto XVI, sostiene que no conocía el asunto cuando se han dado casos en el Coro que dirigía su propio hermano. Para el Sumo Pontífice, aún siendo abominable, la pedofília de los sacerdotes se castiga pidiendo perdón y siendo comprensivo con los pecadores. Es el pecado el que es odioso pero al sacerdote arrepentido se le traslada de parroquia y queda en condiciones de repetir sus atentados en otra parte.»