Rolando Gómez, sobre la deportación de decenas de miles de niños en Israel, hijos de inmigrantes, y sobre la historia de la mano de obra foránea en el país judío: Mil 200 noodles: la deportación de niños no judíos de Israel.
«El editorial comenta que un comité ministerial del gobierno israelí decidió postergar “por razones humanitarias” la deportación de mil 200 niños nacidos en Israel, pero de inmigrantes extranjeros no judíos, hasta la finalización del año escolar, y denuncia la crueldad y el cinismo de tal decisión “humanitaria”. Se trata de niños que ya se habían integrado al sistema educativo y cuyo único idioma en muchos casos es el hebreo.
El caso ha generado afortunadamente una fuerte reacción por parte de sectores progresistas en Israel, incluyendo manifestaciones de varios cientos de personas en Tel Aviv. Figuras prominentes de la política y del periodismo israelí han expresado con mayor o menor énfasis su repudio a esta política inhumana.
Todos esos esfuerzos están condenados a un lamentable fracaso.
Es que el ministro del interior de Israel, Eli Ishai, quien se parece a una especie de Torquemada judío por el carácter teocrático oscurantista, racista y xenófobo de sus posturas, ya ha sellado la sentencia de esos niños en una frase lapidaria: “Se trata de un fenómeno [el nacimiento de niños de trabajadores no judíos en Israel] que amenaza a la totalidad de la empresa sionista.”
La lógica de esta frase es una lógica de hierro. Israel no cuenta –a diferencia de la absoluta mayoría de los países modernos y civilizados– con una legislación de nacionalidad Jus soli: estos niños, aunque hayan nacido en suelo israelí, no pueden ser automáticamente nacionales, simplemente porque no son judíos.»