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Una conversación con Enrique Vila-Matas

Josep A. Muñoz mantiene Una conversación con Enrique Vila-Matas a raíz de su última novela, Dublineses, y destaca la entrevista porque realmente se hurga en el proceso creativo y los entresijos constructivos del texto.

«Es un juego con el que mantienes en vilo al lector. En cierto pasaje, Riba ve un fragmento de una película de Drácula en el televisor del hotel y luego va apareciendo Drácula en otros momentos…

Sí, y hay más que no salen en la novela. En un viaje posterior a Dublín, fui a ver la casa donde vivió Bram Stoker. Estaba al lado de mi hotel. Sabía que había una placa en la fachada pero no estaba. Busqué en internet para confirmar que era la dirección exacta y encontré una foto con la placa. Volví al día siguiente, hice una foto y, efectivamente, era la casa pero sin la placa. Entonces me entero que, actualmente, es un pequeño hospital. Posiblemente hayan retirado la placa para no asustar a la gente que va allí (risas). Claro, no pueden dejar un aviso de que allí nació el creador de Drácula. Y esto no sale en el libro.

Por otra parte, en mi primer viaje a Dublín, me desperté a las cinco de la mañana, con la primera luz del día, como en la novela, y la película que daban en televisión era Drácula. Después me enteré de que Stoker había nacido en Dublín. El cementerio católico de Glasnevin, uno de los escenarios del Ulises, parece realmente un escenario de Drácula, con sus tumbas góticas. Es impresionante. Pertenece al siglo XIX y no faltan ni las torres desde donde vigilaban a los ladrones de tumbas. Por lo tanto, la historia de Drácula está muy ligada a Dublín y a la película que vi aquel día. Ya ves que no busco asociar, todo me va remitiendo a otras cosas. A veces, cuando se habla del azar, de la casualidad, se piensa en el mundo de Paul Auster. Yo no funciono así, la gente me cuenta tantas casualidades que ya no hago caso, estoy saturado del azar.

Durante más de la mitad de la novela estamos esperando que llegue el funeral organizado por Riba y sus acompañantes para despedir a la Galaxia Gutenberg, y, como el que celebran los amigos del director de cine asesinado en S.O.B., la película de Blake Edwards, al final resulta todo un desastre que invita a la carcajada.

Tenía la opción de hacer un funeral muy dramático por el final de la era de la imprenta, pero me habría sentido muy ridículo tomándomelo en serio, sin más connotaciones humorísticas. De hecho, no creo que haya una interrupción entre la era de la imprenta y la digital, sino una continuidad. No hay una ruptura. Hace diez años que trabajo con ordenador y he vivido la transición con una suavidad y tranquilidad total, sin ningún trauma ni problema, viendo las ventajas que me ofrecía la Red.»

Marcos Taracido | 19/03/2010 | Artículos | Literatura

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