Enrique Vila-Matas hace una hermosa reseña de Pequeño infierno turinés de Guido Ceronetti, en la que señala como el autor italiano logra trazar a base de pequeñas semblanzas un retrato preciso de la capital piamontesa. Ceronetti en persona.
«Voy imaginando el Turín de otro tiempo a medida que leo a Ceronetti, experto en mundos borrados y creador cercano a Gadda, Manganelli y otros grandes raros de la escritura italiana del siglo pasado. En su escritura encuentro lo que el crítico James Wood llama vividad: vida en el papel, vida traída a una vida distinta por el arte más elevado.
Ya en casa, sigo cruzando por donde cruza Ceronetti, escritor que a veces incluso parece que va a personarse él mismo en alguna de sus intensas páginas. Retrata a las turinesas de su época como mujeres castigadas por la soledad, pero muy capaces de soportarla, obsesionadas como andaban siempre por la sastromodistitis y por no ir desgreñadas. En la semblanza Boxeo en Turín aparece el púgil Bonaglia, terrible marrullero que siempre iba al grano y golpeaba en la nuca y en los riñones y acabó de torturador fascista, bonito empleo. Y en El peatón de Turín hay una moderna redefinición del flâneur que, en tiempos de calles peligrosas, se ha transformado en “un metafísico inerme, con curiosidad por el crimen, pero inclinado a evitarlo”.»