Javier Márquez se pone nostálgico y nos cuenta cómo aprendió él a escuchar música de verdad: a base de comprar discos de saldo en ferias de coleccionismo y en rincones de tiendas de música, esos LP y CD con “Lo mejor de…” y cosas parecidas. El gran valor de aquellos discos baratos
«En aquellos días dijo el abuelo Cebolleta sabía bastante poco sobre música y tenía aún menos dinero en el bolsillo, así que la mejor opción eran los The best of…, que es el tipo de disco que suelen abundar en los cajones de saldos y rebajas, editados además por unos sellos que vete tú ahora a buscarlos. Lo mejor de tal artista, lo mejor de tal género, lo mejor de tal época. Pero el placer no estaba en comprar un disco, escucharlo y pasar a otro. Lo que me fascinaba era descubrir a los artistas en cuestión. Recuerdo por ejemplo varias compilaciones de country y jazz, y alguna también de cantautores, con mucha morralla pero también algunas joyas ocultas.
Con ellos en las manos, y los dedos negros de buscar entre discos que poca gente revolvía, me iba a casa y me ponía a buscar esos nombres en robustos librotes tipo La enciclopedia del jazz, Grandes del blues, y títulos similares. Si escuchaba el disco en cuestión y el cantante me convencía, me iba al tochaco y trataba de encontrar algo de información sobre él. Y lo mejor era cuando éste artista te llevaba a otro, y éste a otro…»