El artículo de Tomás Eloy Martínez, Los desafíos de la cultura narco, navega entre la mostración de cómo la literatura recrea (y se adelante incluso) el mundo del narcotráfico y cómo este es una telaraña pegajosa contra la que toda violencia fracasa y sólo la despenalización puede servir para algo.
[Actualización: Tomás Eloy Martínez acaba de morir. Sirva esta nota de homenaje para quién fue recomendado en este sitio tantas veces]
«La lista viene amontonando títulos en sintonía con el ritmo en que avanzan la muerte y la corrupción por el continente: Rosario Tijeras del colombiano Jorge Franco, La reina del sur del escritor español Arturo Pérez Reverte, Balas de Plata del mexicano Élmer Mendoza o La virgen de los sicarios del colombiano-mexicano Fernando Vallejo, son apenas unos pocos ejemplos con un denominador común: cada golpe al narcotráfico es devuelto con otro golpe aun mayor.
Es lo que le ha ocurrido al presidente Álvaro Uribe en Colombia y ahora al presidente Felipe Calderón en México. Mientras tanto se destruyen personas, familias, pueblos, culturas. Cada día se hace más evidente que la guerra no es la solución al problema y que la única vía posible es enfrentarlo desde la raíz, es decir, desde la despenalización del consumo.
Las inteligencias más lúcidas del continente insisten en que es imperioso llegar a un acuerdo de cooperación entre traficantes y consumidores. Cuando se rompan esos pactos siniestros de silencio y dinero, y los expendios de droga salgan a la luz del día, como el alcohol después de la Ley Seca, quizá hasta los propios traficantes descubran las ventajas de trabajar dentro de la ley.»