Ramón Sánchez Lizarralde destaca la precariedad laboral del traductor en el negocio editorial y se pregunta ¿Por qué seguimos traduciendo?
«No se trata de un problema o de un dilema única ni esencialmente económico-empresarial, que lo es. El menosprecio y el maltrato de la traducción y los traductores poseen hondas raíces en toda nuestra sociedad, en primer lugar en las instituciones culturales mismas, públicas y privadas. No es una queja, es protesta y es aviso. En esa sociedad orgullosa, en apariencia, de su lengua, se mantiene y se ahonda el déficit de estímulos para que se traduzcan a ella los logros literarios alcanzados en otras del mundo: en premios, becas, ayudas, reconocimiento, visibilidad social, respeto de los logros, remuneración equitativa, estamos a no poca distancia de otros países y lenguas europeos, aunque parece que el mal se generaliza.»
2010-01-31 02:10
Magnífico artículo, aunque se queda corto. Los factores que apunta el autor, combinados con el propio tratamiento fiscal del Estado, está empujando a los traductores literarios a cambiar de trabajo o de país. En España se paga entre tres y siete veces menos, por el mismo trabajo, que en el resto de Europa occidental; y en condiciones notablemente peores.
J.