Quizás hoy sea poco probable encontrarse con una hoguera de libros al estilo
Don Quijote, pero se siguen destruyendo con igual ahínco que antes. En muchos casos han cambiado los modos: superproducción, veto oficial, censura, banalización… Fernando Báez nos habla de la destrucción de libros en su vertiente más animal, más violenta, más desoladora: “La destrucción de libros [...] es un instrumento biológico que orienta el sentido de reafirmación cultural de una comunidad. El instinto destructor es cultivado socialmente, desarrollado en la madurez individual, y su grado de daño responde a las expectativas sociales de quien lo ejerce. Ningún individuo o sociedad destruye o mata sino aquello con lo que no quiere dialogar. Es el monólogo más radical de la acción vital. Destruir un libro es negarse al diálogo que supone la razón plural de éste.”
Sobre la destrucción de libros.