La reciente victoria de la derecha en Chile acabó con los gobiernos de izquierda que se sucedieron desde la dictadura de Pinochet. Yo me preguntaba si no suponía un shock para muchos chilenos este cambio; bueno, al menos sí para Rafael Gumucio, que se marea un poco ante la perspectiva: Chile: el vértigo.
«Con el fin de la Concertación terminan muchas, demasiadas certezas al mismo tiempo. Lo hace, lo que es más extraño aún, sin disparos, en completa, en compleja, normalidad. Gobiernan ahora los que, marcados por un pasado de horror dictatorial, parecía que jamás volverían a gobernar en Chile. Lo hacen con otros que no comparten el estigma de Pinochet. Hijos, como los que votaron por la Concertación, de estos 20 años de transformaciones sin precedentes que deja un país que ha crecido tres veces más que sus vecinos pero que es también uno de los más desiguales del continente. Un país en que la presidenta Bachelet goza de un inédito 80% de popularidad, pero que vota por quienes hasta hace poco pensaban que no daba el ancho y había que desalojarla como sea. Un país que, según las encuestas, pide más Estado y protección social pero vota por quien ha sido, toda su vida profesional, un ferviente partidario del neoliberalismo económico.»