Apenas profundiza Jorge Eduardo Padula Perkins en su artículo Las actividades culturales como herramientas de la propaganda política, pero reúne una serie de datos interesantes respecta al uso propagandístico (sobre todo) del cine en el siglo XX.
«Desde su óptica indubitablemente revolucionaria sostuvo Trotsky que “La burguesía asumió el poder cuando estaba plenamente armada con la cultura de su tiempo. El proletariado asume el poder cuando está plenamente armado sólo con su aguda necesidad de ganar acceso a la cultura” (Paredes, 2002) y anclando la vigencia del arte y la cultura como instrumento de propaganda revolucionaria, su apologista reclama “que al calor de los nuevos hechos y crisis actuales, resurjan nuevas vanguardias de artistas que acompañen a los revolucionarios, y que se planteen como proponía Trotsky: La independencia del arte para la revolución; la revolución para la liberación definitiva del arte” (ibídem).
Siguiendo a Domenach (2005) hallamos que el teatro “desempeñó un gran papel en la Revolución Francesa, recobró su eficacia de propaganda durante la Revolución bolchevique. En sketchs muy simples, preparados para diversos auditorios (ejército, campesinos, etc.), se destacaban los méritos y el porvenir de los obreros y campesinos revolucionarios, en contraste con la torpeza de sus enemigos”»