Jacinto Antón reseña Vivir a muerte, un libro que recoge las últimas misivas de condenados a muerte residentes en Francia durante el período de la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. ‘Mi última carta: me fusilan hoy’.
«La mayoría de los condenados se disculpa por el dolor que, involuntariamente, va a causar a sus seres queridos. Tratan de tranquilizarlos, mostrando valor, resignación, serenidad o sosiego. Deseamos que fuera eso lo que en realidad sentían. “No he sufrido antes y ya no más después, por supuesto”, “pasamos el tiempo contando chistes”, “siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el sol brillara”. La última frase la escribe Fernand Zelnikov, empleado de peletería parisiense de origen judío ruso, que participó en varios atentados contra soldados alemanes. Por su parte, el rehén Bernard Grinbaum anota poco antes de ser pasado por las armas, con lermontoviano desdén: “Bah, no importa”.»