Íñigo Babot reflexiona sobre la manera de evaluar en las universidades hoy en día, teniendo en cuenta que empieza a parecer que los centros educativos son, sobre todo, empresas, en las que el estudiante-cliente, al pagar, siempre lleva la razón. ¿Se puede suspender, señor decano?
«Tumbar’ a alguien que lo merece no es agradable pero supone hacerle un favor y realizar un ejercicio de responsabilidad social. Lo pienso sinceramente. La vida no mima a nadie: es dura y realista. Si los jóvenes de hoy no aprenden a tropezar y levantarse por sí mismos, sin demasiadas ayudas (sólo las necesarias), lo van a pasar muy mal, máxime con la crisis que sufrimos. Y si sus padres les consuelan a cada dificultad, les ponen el hombro para que lloren y echan la culpa de sus fracasos a los profesores, están idiotizándoles con gran rapidez. El mundo profesional no es complaciente con los blandos y los acomodados: prima la eficacia y la tenacidad ante los problemas. Por ello hay que formar a hombres y mujeres, no a niños.»