Aprovechando el reestreno de La naranja mecánica José Luis Pardo analiza y reflexiona sobre los dos tipos de violencia, la programática del Gobierno y la gratuita de Alex y su pandilla, así como sobre la capacidad de Burgess (y Kubrick) para anticiparse a nuestro presente: Extraños frutos del tiempo.
«Pero Kubrick es tan “anticipatorio” como Burgess, y eso hace que su película no haya perdido actualidad: filmada en 1972, cuando está comenzando la descomposición del estado del bienestar (aunque su hedor no alcanzaba entonces los niveles que hoy padecemos) en el “estado del malestar” que nos es tan bien conocido: la manipulación económica y política de la adolescencia irresponsable (y el fomento de esa irresponsabilidad porque devenga intereses económicos y políticos), la trivialización de la cultura que en la narración de Kubrick está tan presente en los objetos kitsch que la inundan como en la música, que se desquita contra la “alta cultura” convirtiendo a Beethoven en banda sonora de la masacre, y contra la “felicidad burguesa” transformando la algo engominada coreografía del Cantando bajo la lluvia de Gene Kelly en una macabra y ritual danza de muerte.»