Menuda reivindicación de dignidad para el cómic de Alvaro Pons. Resulta que Molina Foix, lo que hay que ver, atacó duramente el creciente prestigio del tebeo como cultura, al mismo nivel que cualquier otra manifestación artística. Y Pons da una lección: Por alusiones.
«Mire, Sr. Molina Foix, a mí me enseñaron a apreciar la cultura y el arte. Con los tebeos, precisamente. Fue mi puerta de entrada a una forma de entender el amor por la cultura que no le hace ascos a nada. Me educaron en la curiosidad, en intentar siempre descubrir cosas nuevas y en pensar que un libro cerrado es un reto que no se puede dejar pasar. También me enseñaron a tener un criterio propio, a ser exigente y saber que no siempre nuevo es sinónimo de bueno. Y gracias a eso, aquél lector de tebeos es capaz de disfrutar hoy con la literatura, la historieta, el cine, la pintura, la escultura, la música, el teatro… Es más, siempre ávido por nuevos desafíos, ya sea en las formas de cultura de siempre o en todas aquellas que puedan venir. Verdad es, no se lo voy a negar, que este apetito de arte y cultura tiene sus penalidades. La impuesta dualidad de la cultura como arte e industria se inclina cada vez más por las exigencias del mercado y lo que debía ser una obra cada vez es más un producto, que olvida incluso que hasta el entretenimiento tiene el deber de cumplir unas cotas de dignidad. Virus de la mercadotecnia que ha llegado a la historieta, por supuesto, pero que contamina por igual el cine, la literatura y todas las artes y culturas, que cada día cambian más el interés de la creatividad por la cotización del interés. Pero ése, me temo, no es problema de la historieta. Ni de la cultura, si me apura.»