Empieza el curso escolar en buena parte del mundo conocido, sin casi cambios profundos y con muchas novedades seguramente poco trascendentes. Rafael Marín repasa algunas, como el de la ya bastante extendida medida de dotar a los alumnos de ordenadores, por ahora un concepto casi tan difícil de concretar como el de la Santísima Trinidad: Ordenando el curso.
«Un ordenador por niño, de entrada, será muchísimo más caro que los libros que tienen que devolver para que los recauchute otro niño. Los ordenadores son máquinas frágiles que se van a hacer puñetas a la primera de cambio. Aparte de jugar el Tuenti de las narices, por mucho que esté prohibido por ley, como el botellón que vuelve a las plazas de Cádiz, no me veo yo a cientos de críos cuidándolos con el mimo preciso, sin olvidarlos en el patio o el comedor, sin apagarlos después de que el sistema operativo cierre, sin colarle mil virus que se carguen no sólo su aparato, sino el del colegio entero.
Por no hablar de que los cacos van a hacer su agosto a partir de septiembre. Ahora, cuando entren en los colegios, no se contentarán con llevarse material escolar barato: se pondrán como el quico de portátiles mangados. Y, en vez de robar bollicaos o vender papelinas, atracarán a todo crío con PC al hombro que encuentren. Tiempo al tiempo.»