Una nota sobre la picana publicada en el blog de la socióloga y poeta Rocío Silva Santisteban me llevó a indagar un poco más sobre los orígenes del infame instrumento. Sobre el asunto encontré un comentario, donde se da cuenta de que ha sido debidamente patentada. Terminé mis indagatorias en esta breve historia de la tortura.
Me sorprendió un alumno de un curso sobre testimonios cuando, al final de mi exposición de un caso, me preguntó qué era una picana. La palabra, por supuesto, la había utilizado varias veces durante la clase para señalar cómo se torturaba durante el conflicto armado. “No sabe lo que es una picana” pensé, “no ha aprendido aún el mal de este mundo”. Procedí a explicarle: es una máquina, un aparato casero, que genera corriente eléctrica; se usa poniendo un cátodo en uno de los genitales, o mucosas, o en los pezones, y el ánodo en alguna otra parte del cuerpo, para que el torturado reciba una corriente eléctrica.