El juego limpio en el deporte es prácticamente una entelequia en estos tiempos. Por eso comparto la pena de Íñigo Sáenz de Ugarte ante la reciente trampa que se ha visto en un partido de rugby, uno de los pocos islotes honorables que quedaban en el deporte. La broma del juego limpio.
«En la Premier, vuelve a hablarse mucho de la tendencia de los delanteros a tirarse en el área desde que Eduardo, del Arsenal, protagonizó una zambullida en la previa de la Liga de Campeones ante el Celtic. El jugador fue sancionado con dos partidos, lo que originó un ataque de furia de su entrenador. El fino estilista Wenger no cree que el teatro deba ser desterrado de los campos. Engañar al árbitro es un derecho constitucional. Falsear el resultado es un lance del juego.
Si todo vale, ¿dónde está el límite? Unos días después, Wenger volvió a protestar porque los jugadores del Manchester se habían aplicado a conciencia con los tobillos de sus futbolistas. Ya se sabe que los entrenadores sólo predican el juego limpio cuando les interesa. »