Curioso texto de Fernando Iwasaki donde el escritor peruano afirma que por desgracia demasiada gente entiende un elogio a alguien como un desmerecimiento o una ofensa a otro no elogiado. A veces es así, sí. Cuando el elogio ofende.
«El sábado 15 de agosto publiqué una columna titulada “Maledicentes”, donde tras citar el durísimo prólogo de Rufus Griswold a la primera edición de las obras completas de Edgar Allan Poe, pasé a deplorar los comentarios anónimos de los blogs y terminé citando a los escritores españoles y mexicanos nacidos después de 1960 que en mi arbitraria opinión considero esenciales. Pues bien, desde entonces no he dejado de recibir airados correos de directores de revistas, profesores universitarios, reseñadores de guardia, escritores menores, burócratas mayores, ex cónyuges vengativos y detractores varios, quienes me han puesto a caer de un burro por: a) Estar supuestamente a sueldo del sujeto de sus odios; b) No saber cómo es fulanito/a en realidad, y c) Por no haber mencionado a zutanita o perencejo. Ya no sé qué es peor, si el odio de una ex pareja o el odio de un ex asesorado.»