Rafael Pérez Gay cuenta su relación iniciática con una Blackberry Storm, lo último de lo último, y a todas luces excesivo, al menos para él: Diga un comando.
«Si se entendieran, los manuales de instrucción serían materia suficiente para que cualquier aparato eléctrico funcionara sin torturas. Por desgracia los instructivos han sido redactados por seres que odian la sintaxis e idiotas que traducen de idiomas que desconocen. Esos estúpidos que ocupan un escritorio en algún lugar del mundo entorpecieron mi conocimiento de la Blackberry Storm. Me encerré con la máquina y tuvimos una lucha a brazo partido.
Es cierto que le he dedicado tiempo a mi teléfono inteligente, pero se ha exagerado la nota. Mandé correos estúpidos a los amigos, navegué sin rumbo por sitios inútiles, vi tres minutos de televisión abierta, un asco por cierto, trabajé con disciplina en la agenda, tomé fotos que no necesitaba, averigüé cómo se programa la música. Me sentí feliz. Muchas veces el hombre se conforma con poca monta.»