Carlos Acevedo me pone sobre aviso de este texto de Alejandro Zambra de hace un par de años sobre Borges, Bioy Casares, Shakespeare, los tres juntos y los tres por separado. La memoria de Borges.
«Esa noche, la del 31 de diciembre de 1970, después de cenar pavo con puré, los amigos incansables se encierran a traducir a Shakespeare. “Con Borges dormimos un rato, versificando en español las brujas de Macbeth”, escribe Bioy, en su diario, y la imagen reaparece de forma invariable: el 10 de enero dice que trabajaron “cabeceando entre endecasílabo y endecasílabo”, y el 13 que tradujeron “entre cabeceos”, y el 18 es Borges quien acepta que trabajan “a fuerza de resignación”. Un poco para darse ánimo comentan, con inflexible desdén, otras traducciones (sobre la versión de Guillermo Whitelow: “Si los actores representaran Macbeth con el texto de Whitelow, morirían ahogados, sofocados. La ha de haber hecho para ganarse unos pesos”). Pero se aburren, cabecean al compás de las sílabas, se distraen: mucho más que Macbeth les interesa Shakespeare. Es como si tradujeran Macbeth solamente para recordar ese rostro que “aun a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro”: la cara de Shakespeare, la cara de un hombre que después de ser muchos quiso ser alguien y no lo consiguió.»