Fernando del Alamo explica el método de codificación de mensajes cifrados que dio lugar a La máquina Enigma, una de las herramientas bélicas principales de la Segunda Guerra Mundial.
«Lo potente de esta máquina es que, aunque el enemigo fuera capaz de tener una, no podía hacer nada sin conocer las posiciones iniciales de los modificadores. Si alguien interceptaba un mensaje y tenía una Enigma, tenía que ir probando alguna de las 17.576 posiciones iniciales de los modificadores y ver si salía algún mensaje inteligible; si no, probar una segunda y así sucesivamente. Si el descifrador pudiera probar una combinación por minuto y trabajar día y noche le llevaría dos semanas averiguar el mensaje. ¿Imposible de descifrar en un tiempo aceptable?
Aun así, Scherbius no quedó satisfecho. Podría haber añadido más modificadores, ya que cada uno de ellos aumentaba la dificultad multiplicando por 26, pero esto hubiera agrandado el tamaño de la máquina. Así que añadió dos nuevos rasgos. El primero fue que los modificadores fueran intercambiables, es decir, que podía poner, por ejemplo, el tercer rotor en primer lugar, el segundo en tercer lugar, etc. Hay seis maneras de poner tres modificadores, de manera que el número de claves aumenta. El segundo rasgo fue la introducción de un clavijero que podía intercambiar letras en grupos de 6.»