Aunque incluye Felix de Azúa varias sentencias laterales desacertadas, el núcleo de su artículo es muy interesante: recorre el momento de la historia europea en que se comenzó a escindir razón y religión: Un montón de huesos.
«Durante los siguientes 100 años y a pesar de que Luis XIV condenó el cartesianismo, la razón cartesiana no hizo sino invadir la totalidad de la investigación científica europea y convertir a su fundador en un santo laico, el mártir de la Razón. Cuando a partir de 1790 los revolucionarios se lanzaron al saqueo de las iglesias parisinas, de nuevo entraron en acción los discípulos. Esta vez fue Alexandre Lenoir, figura siniestra y fascinante, quien desenterró los huesos sin cabeza para evitar su profanación. Durante décadas los puso bajo la protección del Museo de los Monumentos Franceses, hasta que en 1819, habiendo ya vencido todas las resistencias, proclamado Descartes el padre fundador de la razón científica, la Academia de Ciencias de París decidió trasladar en solemne procesión (¿religiosa?) los restos del filósofo a la iglesia de Saint-Germain-des-Prés. No obstante, en el momento de abrir el ataúd para proceder al entierro (¿sagrado?), lo que allí se encontraron fue en verdad pasmoso.»