Elogio y valoración de la ética como garante (o colchón, o arropadora) de lo legal y lo político, único modo de crear relaciones solidarias una vez que la comunidad (relación entre individuos conocidos) se convirtió en sociedad (estructura de ciudadanos que se desconocen entre sí). ¿Para qué la ética?, de José Joaquín Andrade A..

«Pero la sociedad no es una comunidad grande. Es otra cosa. Es un espacio en el que las relaciones entre los humanos se proyectan en una dimensión más abstracta. No están ya marcadas por lo concreto y particular de la inmediatez y la cercanía sino por la indefinición de lo abstracto, de lo indirecto, de lo anónimo.

Si podíamos decir que en la comunidad de alguna manera todos se conocían entre sí, en la sociedad nadie conoce a nadie. Eso no significa que ahora el individuo viva aislado, sino que vive en un nudo de múltiples redes de relaciones difusas, complejas, y probablemente mucho más difíciles de manejar.

Esto implica un cambio grande en los esquemas de solidaridad que ya no irá dirigido hacia el pariente, el amigo, el vecino que uno conoce, que tienen un rostro que uno puede identificar, sino hacia el conciudadano del cual uno lo único que sabe es que se identifica como sujeto de los mismos derechos, bajo la misma legalidad.

Así pues, la complejidad de este nuevo tipo de relaciones entre los humanos, ahora auténticamente sociales, necesita un nuevo esquema moral: ya no basta con la tradición más o menos informalmente conservada y la correspondiente fuerza de la conciencia, sino que ante la complejidad creciente, en amplitud y profundidad, de la problemática relacional, se hace necesario un esquema mucho más objetivo e institucional y que a la vez deje espacio para el otro nuevo actor de la vida social, el individuo.»