Mercedes Estramil nos presenta parte de la obra recientemente editada de Andrés Caicedo como algo propio de un desesperado en Cali. Fue una referencia en Colombia, y me consta que lo sigue siendo.
Andrés Caicedo fue parte de la utopía sesentista, de los modelos para cambiar el mundo y también del mito tanto romántico como anárquico que suele renovar la adolescencia. Rebeldía, impotencia y morbosidad fueron parte de esa apuesta radical de Caicedo que su suicidio vino a legitimar. Su sensibilidad extrema no le impidió sin embargo ser un buen crítico de su época. No sólo del poder político, las clases dominantes, los Estados Unidos, los colegios de curas y los adultos, sino de su propia generación. Aunque jamás lo juzga, era consciente de que cada medio liberador constituía asimismo una cárcel controlada por el sistema. Se asegura que queda por descubrir y difundir mucho de su obra, y que la realidad latinoamericana del siglo XXI le seguirá dando la razón a su desesperanza.