Yo no estoy muy seguro de que la biblioteca de uno diga algo significativo sobre el tipo de persona que es, más allá de superficialidades obvias. Pero la publicación de la biblioteca de Hitler ha desatado cientos de comentarios, perfiles y reflexiones. Rafael Argullol trata de mezclar ss gustos librescos con los estéticos (la muestra de “arte degenerado”): La biblioteca del diablo.
«La clasificación de los libros no es irrelevante. Junto a la abundante presencia de títulos sobre asuntos militares y la curiosa insistencia en temas peculiares, como la cría de caballos, algunas secciones son particularmente elocuentes. Oechsner cita 400 libros dedicados a la Iglesia católica, textos que el bibliotecario Hitler ha entremezclado con obras pornográficas, profusamente anotadas con comentarios groseros. No deja de ser interesante esta asociación entre pornografía y catolicismo en alguien que acarició la idea de fundar una nueva religión. Como interesantes son los casi mil volúmenes de “literatura popular y sencilla”, en palabras de Oechsner, conservadas por el fundador de un imperio destinado a durar un milenio. En este grupo destacan las “novelas del Oeste” de Karl May y los relatos detectivescos del británico Edgar Wallace, dos autores con gran éxito en aquellos años, sin olvidar el nutrido apartado de novelitas sentimentales, en especial de Hedwig Courts-Mahler, una suerte de Corín Tellado alemana de la época, por lo que cuenta Oechsner.»