Pues venga, ala, ahora que Quin Monzó confiesa que se le pasó por la cabeza la idea del suicidio (el suyo propio, ojo) cuando se enteró de la muerte de Michael Jackson yo también os abro mi corazón: no llegué tan lejos, pero sopesé seriamente emigrar a Hungria cuando supe que Ronaldo fichaba por el Madrid. Se suicidan doce fans tras la muerte de Jackson.
«Solo en el piso —los niños estaban ocupados en bajar de internet el cuarto capítulo de la quinta temporada de Weeds— me fui a la habitacioncita donde escribo cuando estoy en casa, y me puse a navegar, a ver qué decían las noticias sobre la muerte del rey del pop (apelativo que, si La Vanguardia tuviese edición en catalán, parecería el nombre de una marisquería gallega). Y a cada noticia que leía sobre la muerte de mi ídolo, más y más me deprimía. De modo que pensé. “Pues me suicido y ya está”. Empecé a meditar qué método utilizaría, pero eso de escoger método de suicidio me recordó un fragmento de un libro que publiqué hace cosa de año y medio, y pasar por donde ya pasé me pareció repetitivo, tanto que decidí que, mientras calibraba cómo acabar con todo, me cortaría las uñas de los pies.»