Eduardo Bravo y Álvaro Sobrino escriben sobre la original revista logroñesa Mangolele y su creativa forma de hacer la publicidad de sus anunciantes. Los ejemplos son descacharrantes: Publicidad al detalle.
«La diferencia entre esta publicación y otras similares es que, en lugar de publicar el habitual módulo realizado por el dueño del comercio, su cuñado o cualquier otro familiar con nociones (o no) de manejo de un programa de diseño, los responsables de Mangolele han preferido confeccionar ellos mismos los anuncios haciendo gala de un gran sentido del humor, logrando así unificar estéticamente esa sección de destacados que acostumbra a ser un batiburrillo de tipografías, ilustraciones y fotografías pixeladas bajadas de internet.
Organizados en un pliego final, que destaca del resto de la revista por estar impreso en papel rosa, y ejecutados únicamente con tipografía y sin apenas motivos gráficos más que una cenefa y algún dibujo de pequeñas dimensiones, los anuncios que Mangolele realiza para sus anunciantes se caracterizan por unos lemas y reclamos en perfecto castellano (bueno, baila alguna que otra tilde) que recuerdan a grandes figuras de la literatura humorística y del absurdo español como Jardiel o Miguel Mihura.»