Yo no entiendo el coleccionismo, pero es algo que me inquieta y me impulsa a buscarle sentidos. Rafael Marín describe a uno, en este caso de figuritas de personajes famosos (Bruce Lee, Terminator…), y quizás la lectura no ayude a comprender el impulso que les guía, pero sí su pasión: Otro tipo de adulterio
«Lo malo es que su mujer no lo sabe, o decide prudentemente mirar para otro lado. Porque mi amigo M, como un alcohólico cualquiera, como un jugador profesional de blackjack, tiene un sistema. Y el sistema es tan sencillo y tan maquiavélico como pedir los muñequitos, props, maquetas y demás chorradas con una tarjeta de crédito a una dirección de confianza, no a la suya. La dirección de confianza, claro, es la de la casa de sus padres, en otra ciudad, donde su madre recibe el alijo, llama al niño cincuentón por teléfono y en clave (“¡Ha llegado el águila!”) avisa de que puede ir a recogerlo y de paso le hace una visita, que somos unos descastaos los niños que fuimos niños en los años sesenta. Y allá que va mi amigo M a recoger su juguetito, cuando sale una hora antes del trabajo.»