Kathleen Dean Moore acompaña a Gordon Hempton en su búsqueda de espacios sin sonidos humanos, un descubrimiento de ruidos impensables para quienes habitan las urbes o simplemente no prestan atención a su entorno: En busca del silencio.
«Gordon me guía hacia el bosque tupido, donde la lluvia y el viento son silenciados por el musgo. Aun así, de camino a ese lugar callado, los sonidos naturales son ensordecedores. “En un bosque tropical como éste”, dice acercándose a mi oído, “una gota de lluvia puede golpear veinte veces antes de caer al suelo, y cada impacto –contra una rama de cedro, contra una hoja de arce– produce su propio sonido”. Se acuclilla al lado de un arroyito que corre entre unos helechos y me pregunta: “Estás oyendo los tonos agudos, ¿pero puedes oír los subtonos bajos también?”. Me arrodillo sobre el musgo a su lado y las rodillas de mi ropa térmica se empapan.
Nunca había escuchado el agua de esta manera, con tanta atención a su música. “Tú puedes cambiar el tono de un arroyo solamente moviendo una piedra”, dice Gordon. Levanto un guijarro y lo saco del agua. El acorde se vuelve un zumbido nuevo.»