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1984: la opresión invisible

Jorge Gómez Jiménez repasa la figura de George Orwell y sobre todo de su 1984, novela que glosa y que entiende que, nacida como una sátira del control que ejercían los regímenes comunistas, es hoy una representación estremecedora de nuestros gobiernos: 1984: la opresión invisible.

«Las leyes ya no existen. Bajo los principios del Ingsoc —el Socialismo Inglés—, el Estado se ha convertido en el imperio de la sumisión, taponando para ello toda oposición posible mediante la manipulación ideológica, la tecnología invasiva, la desinformación, la tortura, la represión policial e, incluso, la transferencia de facultades represivas al ciudadano, que es instruido a apreciar como un derecho el denunciar a quienes considere hayan cometido algún delito.

Para mantener a la sociedad cohesionada y dócil, el Estado propaga constantemente noticias horrendas sobre la acción perversa de sus supuestos enemigos. Los enemigos del Estado son dos. Uno de ellos es Emmanuel Goldstein, uno de los héroes originales del Partido, quien traiciona al Hermano Mayor y se involucra en actividades contrarrevolucionarias, sin duda pagado por potencias extranjeras. El pueblo se congrega regularmente para expresar su rechazo hacia Goldstein a través de la institución de los Dos Minutos de Odio, mítines sin otro líder que una enorme pantalla ante la que el pueblo abuchea y rechifla mientras aparecen imágenes del traidor.»

Marcos Taracido | 10/06/2009 | Artículos | Literatura

Comentarios

  1. Alber
    2009-06-10 19:24

    Si algún día consigo acabar el EGB, voy a escribir una tesis doctoral que se titule “Por qué 1984 no es una representación de nuestros gobiernos y qué hace que muchos piensen que sí cuando no”. El Jorge y tú sois dos pardillos :-)

    A ver, el mundo de 1984 no es el mundo actual. En la novela se dibuja un sistema de control social muy primario que nada tiene que ver con el que sufrimos en 2009. Ahora, las sociedades modernas utilizan sistemas represivos mucho más sofisticados porque no precisan de elementos externos de control: uno se controla a sí mismo por defecto. Viene en el material genético: somos rubios o morenos, altos o bajos, borregos o borregos. Se ha extirpado de raíz toda autocrítica, toda capacidad de reacción, todo atisbo revolucionario. Somos menos que nada, que es el sistema perfecto de control social. Gilipollas bajoburgueses a los que un ERE no les parece tan mala idea porque han fichado a Kaká. ¿O no?

    Yo escribí un libro precioso sobre eso.


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