Le sale un bonito texto a Manuel Allué al glosar otro de Manuel Vicent, y, en el paseo, reivindica la crítica (gastronómica) no profesional: La garbanzada ibérica.
«Por eso me gustan más, mucho más, lo que escriben los comensales y lo que piensan los cocineros que lo que hacen los críticos que continúan aburriendo con sus puntuaciones absurdas (“Café, 5”, “Aseos, 4”), sus valoraciones obsoletas y, lo que es peor, con unos libros que tienen todos la misma bibliografía final y que recogen recetas manidas y remanidas, refritas y sin derecho a cocina. Después del libro de Perucho y Luján díganme Ustedes tan siquiera un manual que no sea aburrido hasta la muerte (ya sé, ya sé, doña Inés Ortega, incluso don Manuel). Pero poco más.»