La indiferencia es una plaga perfectamente inoculada. La abulia adolescente se ha extedido a toda la población y asistimos a los múltiples espectáculos diarios con la resignación del enfermo terminal.
Mario Roberto Morales atina y escribe con punzón:
El precio de la indiferencia: “El precio de la indiferencia puede ser, de hecho, el propio pellejo. O el alma, cuando se la ha vendido por el consabido plato de lentejas que perennemente le ofrece el poder al insensato, a cambio de que se vuelva indiferente.”
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El autor se refiere a Guatemala, pero claro está que se puede extrapolar a cualquier país occidental. El caso más claro de implantación de indiferencia es la apropiación de lo medios oficiales de los pequeños recintos delibertad de expresión, como es el caso del congreso de escritores al que se refiere en el artículo: todos conocemos casos de festivales, congresos o asociaciones que pierden poco a poco su capacidad crítica a base de subvenciones. Aquí les dejo el poema de Niemöller que transcribe Mario Roberto Morales en su artículo:
Primero agarraron a los comunistas,
y yo no dije nada por que no era comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí,
ya no quedaba nadie que pudiera protestar