Miguel Candel nos revela que
El socialismo ha venido y nadie sabe que así ha sido, y la prueba es que en las propias unidades de producción
como la empresa o la familia el criterio que predomina es el de la cooperación para alcanzar un objetivo común, con lo que el espíritu de las relaciones empresariales se diluye en el propio corazón del sistema. “Si fuéramos consecuentemente capitalistas, no sólo intentaríamos cobrarles a nuestros hijos pequeños el desayuno (absurdo intento, por cierto, porque ese dinero habría tenido que salir previamente de nuestro bolsillo), sino que les cobraríamos a nuestros compañeros/as de cama el servicio de atender las llamadas telefónicas, de pasarles el mando a distancia del televisor o de cerrar la puerta al salir de casa”.