Félix Soria cuenta cómo hay una corriente silenciosa de sacerdotes que se empiezan a posicionar claramente contra ciertos principios férreos de la doctrina vaticana, tales como el celibato o la posibilidad de formar una familia. Cada vez más curas reclaman su condición humana y sus derechos.
«¿Debe la Iglesia Católica seguir prohibiendo a sus sacerdotes derechos humanos fundamentales?, ¿es justificable que una organización privada prohíba el sexo a sus miembros o socios? De momento, el gobierno del Estado del Vaticano —debate distinto es cómo administra la vida en su territorio— no sólo impide abrir un debate riguroso y democrático al respecto, sino que además impone sus leyes de forma extraterritorial.
Además de que el asunto debería ser abordado por razón de que afecta a derechos de personas que no son ciudadanos del Vaticano, el fin del celibato incluso plantea cuestiones económicas, pues en numerosos países —especialmente en España e Italia— la actividad y la existencia misma de la estructura física de la organización católica se costea con fondos públicos, lo que permite —entre otras cosas— que sus miembros no trabajen ni contribuyan en cuantía normal y regular a la Hacienda pública, ni a la caja común de la seguridad social. Más claro: Si los curas contraen matrimonio, ¿cómo mantedrán a sus familias? »