Tomás Eloy Martínez parte del caso del presidente paraguayo Ferndando Lugo, que en su etapa como sacerdote quebrantó el celibato, para reflexionar sobre el sentido de esa exclusión del sexo del sacerdocio y recuerda la historia para destacar que hasta el siglo X los curas podían casarse: Los clérigos y el sexo.
«En 1073, Gregorio VII impuso el celibato. Uno de sus teólogos, Pedro Damián, dictaminó que el matrimonio de los sacerdotes era herético, porque los distraía del servicio al Señor y contrariaba el ejemplo de Cristo. Si bien la intención del Papa era restaurar la derruida moral del clero y purificar a la feligresía con ejemplos de castidad, decenas de historiadores incluyendo los más piadosos suponen que la decisión de imponer el celibato fue también un medio para evitar que los bienes de los obispos y sacerdotes casados fueran heredados por sus hijos y viudas en vez de beneficiar a la Iglesia. En 1123 el Concilio de Letrán decretó la invalidez del matrimonio de los clérigos y, como la norma no hallaba completa obediencia, dieciséis años más tarde el segundo Concilio de Letrán la confirmó. Cuando el Concilio de Trento fijó la excelencia del celibato sobre el matrimonio, hizo doctrina de las palabras con que San Gregorio Magno había condenado el deseo sexual durante su papado, en el siglo VI. Sólo la Iglesia Oriental que adscribe a Roma admite sacerdotes casados, pero deben haber contraído matrimonio antes de la ordenación y nunca llegarán a obispos.»