Imre Kertész ha ganado el Nobel de literatura. En su escritura hay algo que parece una característica de los supervivientes: la constante incredulidad, la duda que no cesa. “Porque yo siempre trabajo, y no me obliga a ello sólo la supervivencia, pues si no trabajara, viviría y si viviera, no sé a que me obligaría, y es mejor no saberlo aunque mis células sin duda lo suponen, lo suponen mis entrañas y por eso trabajo sin cesar: mientras trabajo, existo, y si no trabajara, quién sabe si existiría, de modo que me tomo esto en serio y he de tomármelo así porque entre mi supervivencia y mi trabajo existen, como es lógico, unos vínculos sumamente serios.”
Sin destino.