Alejandro Polanco Masa describe uno de los muchos ingenios que durante el siglo XIX buscaban sorprender al público de teatros y ferias: el generador de imágenes fantasmales que hacía creer a los espectadores que el tablado estaba tomado por espectros: Fantasmas sobre el escenario.
«La primera prueba se realizó representando una escena de una obra de Charles Dickens. ¿Dónde estaba la gracia? Naturalmente, en los fantasmas, parecían reales o, al menos, eran tal y como los imaginaba el ideario decimonónico occidental. Los espectadores ocupaban sus butacas, como en un teatro normal, sin sospechar que todo lo que veían formaba parte de un escenario trucado, dotado con una sala oculta equipada con grandes espejos. De esa forma, camuflando inteligentemente varios juegos de grandes espejos móviles, podían proyectarse todo tipo de imágenes “fantasmales” flotantes. El resto dependía de la capacidad teatral de los actores y de la habilidad de quienes manejaran marionetas, pedazos de tela desgarrada y similares. Ante los asombrados espectadores flotaban toda clase de espectros del otro mundo, juegos de luces y puertas que dejaban a la vista criaturas infernales.»