La radio, la televisión o las bibliotecas: todos ellos ofrecen sus contenidos gratuitamente (al menos todos lo hacían hasta hace muy poco) y eran un buen negocio para los que los proveían de contenidos. Ahora todos se echan las manos a la cabeza porque internet permite el gratis total. Jorge Marsá defiende que esa gratuidad de la cultura es una evolución necesaria y consecuente, y que la industria cultura no ha sabido adaptarse como si lo hiciera antaño con los nuevos medios: ¿Gratis total? Por supuesto que sí.