La Calle del Infierno es esa parcela de la Feria donde se instalan las atracciones. Eduardo Jordá la propone como especie de concurso-oposición para nuestros políticos, a ver quién es de verdad válido para lo que luego se le va a venir encima. No parece mala idea, ¿no creen?
«Pero lo mejor de la Calle del Infierno son sus infinitas sorpresas. El Tirachinas, que da saltos vertiginosos desde más de veinte metros, prohibía subirse a “embarazadas y a personas con dolencias de corazón y columna”. El letrero no lo aconsejaba, sino que lo prohibía de forma taxativa (“Por su seguridad estamos grabando”, advertía otro letrero), lo que hacía pensar que no sólo las embarazadas, sino también las personas con dolencias graves, sentían deseos de subirse al Tirachinas y arrojarse desde más de veinte metros, como hacían los inversores arruinados por la Gran Depresión del año 29. Confieso que he sentido un gran alivio al leerlo. Si hay embarazadas y enfermos del corazón así de temerarios (¡veinte metros!), está sociedad tiene reservas de coraje para salir de la crisis. A los nuevos consejeros de la Junta deberían haberlos llevado al Tirachinas antes de nombrarlos, a ver si superaban la prueba.»