Hannah Montana es un personaje poco soportable; las estrellas adolescentes y televisivas de hace 15 ó 20 años no dejaban de ser adolescentes, pero creo que aportaban algunas enseñanzas útiles (pienso, por ejemplo, en el Príncipe de Bel Air). Miguel Santa Olalla utiliza el nuevo ídolo mediático para reflexionar sobre si somos lo que somos o lo que nos hacen ser: Hannah Montana y la antropología filosófica.
«Una de las grandes preguntas de la historia de la filosofía, y núcleo central de la antropología, se formula con pocas palabras: ¿Qué es el hombre? El interrogante se me venía a la cabeza el otro día, mientras las noticias mostraban en la tele a una de esas muchedumbres entusiasmadas ante su ídolo juvenil. Se podría recuperar cierta forma de investigación platónica: ¿Qué tienen en común Hannah Montana y un adolescente encerrado en un centro de menores? ¿Hay algo que compartan y podamos señalar como “esencia” o “naturaleza” humana? Podemos recuperar igualmente la distinción entre naturaleza y cultura: ¿La actriz que interpreta al icono adolescente cuenta, “por naturaleza”, con atributos que le confieren cierto liderazgo o vivimos en una sociedad que procesa y gestiona ciertos adolescentes para transformarlos en referentes de la moda, la música o el cine? El ser humano como problema filosófico, una “materia prima” maleable, moldeable según gustos, intereses y necesidades. De Hannah Montana a las favelas de Brasil: ¿Qué tipo de continuidad existe entre todos los seres humanos?»