Vicente Boix pone en entredicho El compromiso Monsanto, la multinacional química y biotecnológica, de ayuda al desarrollo y la mejora de los agricultores, en especial a los de los países en vías de desarrollo, con datos y argumentos que apuntan al lucro y el desinterés real por los productores y la extensión interesada de los transgénicos.
«No hace mucho, sacaban pecho ante las supuestas bondades económicas de los transgénicos. Claro, sin tener en cuenta que el negocio lo hacían unos pocos y que dicha tecnología favorecía la desestructuración del tejido productivo y social. Bajo este prisma reduccionista y cortoplacista, se cometieron autenticas aberraciones. Por ejemplo, Argentina sembró de soja (mayoritariamente transgénica) más de la mitad de su superficie cultivable. Con el avance de las semillas modificadas genéticamente se talaron bosques, se incrementó el uso de químicos, se expulsó a campesinos de sus tierras, se descuidó la soberanía alimentaria en favor de la agroexportación, se abandonaron variedades tradicionales, etc. El agricultor, poco a poco, se fue enganchando a un paquete tecnológico. También a un modelo agrícola basado en la exportación, sustentado en el libre mercado y gobernado por intermediarios, latifundistas y transnacionales de diferente pelaje.»