Roger Colom, sobre cómo los actuales procesos creativos exigen una reformulación del concepto de propiedad intelectual, entendiendo que las obras son fruto de la colectividad: Poesía: código abierto.
«Después vienen los lectores profesionales, los editores, los impresores, los críticos y los lectores comunes. También sus reacciones afectarán el resultado, los nuevos poemas que vayan surgiendo. Además, ningún poeta pone nada en público sin pasar por sus lectores íntimos , de confianza, aquellos en los que depende como cualquiera depende de un espejo al arreglarse para salir.
Todas esas personas, cercanas o lejanas, participan en la creación del poema. En ese sentido el poema les pertenece a todas. El nombre del autor sirve principalmente como elemento clasificador, para el archivo, situando el poema dentro de la tradición.
Lo chocante cuando dos tipos le toman el pelo a un crítico, inventándose un poeta y sus poemas, no es tanto que esos poemas sean falsos, que no lo son, sino que se niega la idea dieciochesca de autoría individual, y se hace visible de repente todo el sistema sumergido de autoría comunitaria, todo ese código abierto se contrapone al código propietario que parece “normal”, por habitual en la superficie.»