¿Supone el triunfo de Obama también un cambio de paradigma en la música popular norteamericana? Pues Juan Carlos Reyna piensa que sí, que implica una pérdida de peso del hip-hop, pues desaparece el componente reivindicativo y marginal, que tiene que pasar a otros grupos poblacionales: La muerte moral del Hip Hop.
«Esta estética ha sido parida entre el fracaso de las contraculturas. Sus consumidores son su propia descendencia: los hijos de los hippies, los hijos de los beats, los hijos de los hijos de la flor que reculan ante su libertad heredada. Cualquier atisbo de emancipación aterra en cuanto implica consecuencias reales. De ahí el éxito de estos grupos, así como de buena parte del pop alternativo, ahora devenido, inevitablemente, gimoteo. “No quiero ser un hombre malo/ Sólo soy un hombre solitario”, advierte Scissor Sisters en su sencillo “I can’t decide”, que celebra, como el título lo indica, su parálisis.
La Happy White Boy Music acapara, si no los primeros lugares de las listas Billboard, los escaparates de una generación que exige un paradigma acorde a su flacidez: MTV, Urban Outfitters, el iPod, dispositivos que estimulan la disidencia legitimable, es decir, lo que se revela alternativo pero lo suficientemente hype, cool o dope para no alterar el orden de mercado.»