A cuenta de la detención de “Pepe, el del popular”, David Álvarez reflexiona sobre algo tan paradójico como que a veces es más fácil robar una millonada que hacerse pasar por otra persona. No poder ser otro.
«Parece una bobada, pero la vida de este Pepe, José Pérez Díaz, quedó delineada un 16 de julio, en la fiesta de la Descarga de Cangas de Narcea, cuando uno de los miles de voladores que estallan ese día en cinco minutos se llevó por delante la mitad del dedo corazón de su mano izquierda. Cuando digo delineada me refiero a que desde entonces su vida iba a poder ser sólo una. Casi sin importar lo que hiciera. Ni los 6.000 millones de pesetas que estafó a cientos de personas en Santander pudieron comprarle otra vida. Ni detrás de ellos pudo desparecer. Y eso que dio los mejores pasos para la propia disolución en la nada. Pese a la dificultad, encontró un nombre aún más insulso que José Pérez: escogió apellidarse García, el más común en español en el mundo. Una genialidad. Además, aunque decían que tenía los 6.000 millones, se dedicaba a vender azulejos y baños. Sin duda, eso le colocaba un paso de ser nadie. Pero se ve que resulta imposible ser nadie sin tener todos los dedos completos.»