Martín López Vega introduce, con alguna anécdota y un breve pérfil del autor ruso, un puñado de Poemas de Joseph Brodsky, a los que añade el poema que Seamus Heaney escribió en su memoria.
«Hay dos textos que todos los profesores de talleres literarios deberían usar, a mi juicio, como ejemplos más logrados de prosa que alcanza la intensidad de la mejor poesía. Uno es un texto memorialístico de apenas un puñado de páginas: en él, Eugénio de Andrade rememora su paso por Coimbra. El otro, de apenas unas decenas de líneas, es la necrológica que Seamus Heaney escribió a la muerte de su amigo Joseph Brodsky. En él recuerda una anécdota que sirve para trazar el retrato del poeta ruso y a la vez darnos pistas sobre la intención de su obra poética. Recuerda Heaney una de las raras olas de calor que de vez en cuando llegan, despistadas, a Dublín, y que sorprendió a Brodsky. Heaney, entre bromas, le recomendó el viaje a Islandia. Brodsky respondió: “No es mala idea, pero no soportaría la ausencia de significado”.»