Como todos los años por estas fechas, se especula sobre el premio Nobel de literatura. Está claro que hoy el leit motif de mis anotaciones es un cierto nihilismo, un afán destructor. Prefiero que le den el Nobel a un poeta: así quedan prácticamente anulados los beneficios que sacan las editoriales cuando el premiado es un novelista. Sin embargo, esta vez se oye fuerte el nombre de Ernesto Sabato, según escribe
Fernando Emmerich en El Mercurio, diario chileno. Y la obra de Sabato es lo suficientemente potente y negativa como para que hoy mis ánimos digan que sí, que se lo den a un novelista, pero que sea Sabato.
¿Hacia dónde se ladeará la rosa de los vientos?