Pseudópodo se hace eco de un artículo de Andrés Ibáñez, y no puedo dejar de sentirme identificado en lo que se refiere a la burocratización de la enseñanza. Desde mi punto de vista, las nuevas metodologías docentes son una gran oportunidad para disfrutar de la enseñanza (tanto los estudiantes como los profesores), pero la sombra negra que se cierne sobre los docentes es esa imposición de la medida, el seguimiento y la cuadriculación milimétrica del proceso. En La falacia pedagógica.
«¿No sería ridículo tratar de mejorar la producción científica diciendo a los investigadores que tienen que seguir el método A, hacer informes periódicos según el formato B, dividir sus horas de trabajo en X de laboratorio y Z de análisis de resultados, y consignar todo ello en un cronograma C? ¿No es obvio que el buen investigador sabe mejor que nadie cómo debe investigar en su tema? Para quien tiene talento, todos esos formalismos sólo serán un engorro que quita tiempo; quien no lo tenga, poco podrá conseguir por mucho que siga las instrucciones.
¿Y por qué lo que es obvio para la investigación no es obvio para la docencia? Porque la falacia pedagógica ha ganado la batalla al sentido común. Les dejo con este artículo de Andrés Ibáñez, que lo explica mejor que yo.»